El blog de José Blas Fernández

Un laboralista del siglo XXI

NUEVA PROFESIÓN: ANALFABETO INFORMÁTICO

         El analfabetismo, además de limitar el pleno desarrollo de las personas y su participación en la sociedad, posee repercusiones  durante años que afectan a todo el entorno de las mismas y,  o te mueres siendo un analfabeto o con un gran esfuerzo llegas a la vejez en un estado  sin desarrollar y obstaculizado por la falta de conocimientos. Hoy, la sociedad  se ha montado sobre unos pilares donde la  informática se ha hecho dueña de las personas,  sin miramiento de edad y sin saber que todos no podemos tener conocimientos de alta gama sobre todo aquello que a cada uno se le ocurre introducir en cualquier sistema telemático de los que  tenemos.

         Las administraciones en su conjunto y sin  ninguna excepción  han pensado  que quienes se entiendan con ellas tienen  que saber informática. Es decir, lo que siempre ha sido por ley que  la administración está al servicio del administrado se ha convertido en todo lo contrario, ha hecho posible tras la pandemia que  “el administrado esté al servicio de la administración”, sin saber ni la edad del administrado, sin conocer su formación profesional o académica y sin importar  que sepa o no sepa de telemática, extensivo todo esto a entidades financieras, grandes almacenes,  empresas públicas y un sinfín de comodidades para quien las impone que te convierte  a diario  en un analfabeto informático,  que cada vez te alejas más de esos trámites burocráticos que ya de por sí son complejos, pero que unidos a la figura de las técnicas de la comunicación y online hace de muchas personas que las aparten de la sociedad civil y si no saben que se apañen como puedan,   porque ni siquiera te reciben  para darte una simple explicación sobre   el sistema  de la comunicación  por el cual tramitan.

         La informática ha destruido miles de empleos y seguirá destruyéndolos, porque ha hecho posible que todos los profesionales se conviertan en  “funcionarios B” de  las administraciones y sin cobrar. Es decir, tienes que conocer,  como profesional,  todos los cauces, páginas web y reglamentos de desarrollo  de quien impone la informática,  ya que de lo contrario te hacen abandonar el barco  y dedicarte a aquello  que sepas y puedas. Es más, ni siquiera te permiten conciliar la vida familiar, pues por cualquier canal informático te envían a cualquier hora, ya sea de día o de noche, la masiva información  que ellos tienen acumulada y tú te apañas como puedas  para recepcionarla, poder imprimirla  o aguantarte si no tienes los programas que ellos te imponen.

         Así estamos, donde un simple trabajador autónomo que está todo el día subido en  un tractor llevando  con sacrificio labores de labranza tiene encima que tener un ordenador o un correo electrónico para  que la administración de turno le remita cualquier notificación caprichosa, como si ese autónomo tuviese conocimientos de todo ello, pero  si no lo recibe, lo acepta y lo ejecuta, pobre de él porque le vendrá el recargo  a su “silencio”,    el embargo de su cuenta corriente por no haber aceptado algo que ni él mismo sabe y que ellos se lo envían a su capricho y lo que es peor,  hasta el médico ni te recibe presencialmente, ni te hospitalizan como no sea de urgencias.

         Días pasados hemos visto cómo en una ciudad el sistema eléctrico ha fallado en su totalidad. Es decir, no funcionaban los correos electrónicos, ni los teléfonos móviles por falta de carga  y todo ese embolado que conlleva la informática, incluido los WhatsApp. Y claro, el ciudadano ha vuelto con esa desconexión digital a charlas en las plazas, a tener tertulias en los bares y a vivir una vida sin sobresaltos porque estando desconectados parecía como si estuviesen en otro planeta y ahí es donde muchos se han dado cuenta que la vida continua mejor  sin conexión  que conectado a un correo electrónico, donde se cambian pareceres,  se recuperan relaciones personales y comentan sus quehaceres al margen de la informática. Todo ello nos demuestra que no se puede imponer  al que sabe y al que no sabe  las mismas materias, pues es tal el desbordamiento de criterios  y de páginas web,   donde cada ayuntamiento o administración impone la suya que  para saber entrar en cualquiera es un auténtico jeroglífico, haciendo de las personas auténticas analfabetas informáticas, pues  por esa falta de unificación de criterios iguales,  discriminan y autoaislan a muchos ciudadanos. Es más,  hasta la autoestima se la tiran por los suelos, pues las hacen personas  que no son capaces de desenvolverse de forma autónoma.

         Todo esto es un pequeño resumen de lo que estamos viviendo y, en especial, para los mayores que han sido  condenados a estar apartados  de cualquier sistema telemático, los han hecho inútiles y  analfabetos, se están ahorrando funcionarios haciendo responsable al administrado y mientas quienes  inventan  y aumentan por día cualquier tipo de sistema de los mencionados  miran para otro lado y  si hablamos de los profesionales  nos han condenado a trabajar para las administraciones y si no sabemos recibir lo que se nos envía que aprendamos  o abandonemos las  profesiones, mientras para ellos ni el tiempo les transcurre ni los plazos se cumplen. Algo que estamos viviendo  torticeramente  en un siglo XXI y pedimos  a gritos a  quienes pagamos, como servidores públicos con  nuestros impuestos, al menos, que nos atiendan y se responsabilicen de su trabajo.