El analfabetismo, además de limitar el pleno desarrollo de las personas y su participación en la sociedad, posee repercusiones durante años que afectan a todo el entorno de las mismas y, o te mueres siendo un analfabeto o con un gran esfuerzo llegas a la vejez en un estado sin desarrollar y obstaculizado por la falta de conocimientos. Hoy, la sociedad se ha montado sobre unos pilares donde la informática se ha hecho dueña de las personas, sin miramiento de edad y sin saber que todos no podemos tener conocimientos de alta gama sobre todo aquello que a cada uno se le ocurre introducir en cualquier sistema telemático de los que tenemos.
Las administraciones en su conjunto y sin ninguna excepción han pensado que quienes se entiendan con ellas tienen que saber informática. Es decir, lo que siempre ha sido por ley que la administración está al servicio del administrado se ha convertido en todo lo contrario, ha hecho posible tras la pandemia que “el administrado esté al servicio de la administración”, sin saber ni la edad del administrado, sin conocer su formación profesional o académica y sin importar que sepa o no sepa de telemática, extensivo todo esto a entidades financieras, grandes almacenes, empresas públicas y un sinfín de comodidades para quien las impone que te convierte a diario en un analfabeto informático, que cada vez te alejas más de esos trámites burocráticos que ya de por sí son complejos, pero que unidos a la figura de las técnicas de la comunicación y online hace de muchas personas que las aparten de la sociedad civil y si no saben que se apañen como puedan, porque ni siquiera te reciben para darte una simple explicación sobre el sistema de la comunicación por el cual tramitan.
La informática ha destruido miles de empleos y seguirá destruyéndolos, porque ha hecho posible que todos los profesionales se conviertan en “funcionarios B” de las administraciones y sin cobrar. Es decir, tienes que conocer, como profesional, todos los cauces, páginas web y reglamentos de desarrollo de quien impone la informática, ya que de lo contrario te hacen abandonar el barco y dedicarte a aquello que sepas y puedas. Es más, ni siquiera te permiten conciliar la vida familiar, pues por cualquier canal informático te envían a cualquier hora, ya sea de día o de noche, la masiva información que ellos tienen acumulada y tú te apañas como puedas para recepcionarla, poder imprimirla o aguantarte si no tienes los programas que ellos te imponen.
Así estamos, donde un simple trabajador autónomo que está todo el día subido en un tractor llevando con sacrificio labores de labranza tiene encima que tener un ordenador o un correo electrónico para que la administración de turno le remita cualquier notificación caprichosa, como si ese autónomo tuviese conocimientos de todo ello, pero si no lo recibe, lo acepta y lo ejecuta, pobre de él porque le vendrá el recargo a su “silencio”, el embargo de su cuenta corriente por no haber aceptado algo que ni él mismo sabe y que ellos se lo envían a su capricho y lo que es peor, hasta el médico ni te recibe presencialmente, ni te hospitalizan como no sea de urgencias.
Días pasados hemos visto cómo en una ciudad el sistema eléctrico ha fallado en su totalidad. Es decir, no funcionaban los correos electrónicos, ni los teléfonos móviles por falta de carga y todo ese embolado que conlleva la informática, incluido los WhatsApp. Y claro, el ciudadano ha vuelto con esa desconexión digital a charlas en las plazas, a tener tertulias en los bares y a vivir una vida sin sobresaltos porque estando desconectados parecía como si estuviesen en otro planeta y ahí es donde muchos se han dado cuenta que la vida continua mejor sin conexión que conectado a un correo electrónico, donde se cambian pareceres, se recuperan relaciones personales y comentan sus quehaceres al margen de la informática. Todo ello nos demuestra que no se puede imponer al que sabe y al que no sabe las mismas materias, pues es tal el desbordamiento de criterios y de páginas web, donde cada ayuntamiento o administración impone la suya que para saber entrar en cualquiera es un auténtico jeroglífico, haciendo de las personas auténticas analfabetas informáticas, pues por esa falta de unificación de criterios iguales, discriminan y autoaislan a muchos ciudadanos. Es más, hasta la autoestima se la tiran por los suelos, pues las hacen personas que no son capaces de desenvolverse de forma autónoma.
Todo esto es un pequeño resumen de lo que estamos viviendo y, en especial, para los mayores que han sido condenados a estar apartados de cualquier sistema telemático, los han hecho inútiles y analfabetos, se están ahorrando funcionarios haciendo responsable al administrado y mientas quienes inventan y aumentan por día cualquier tipo de sistema de los mencionados miran para otro lado y si hablamos de los profesionales nos han condenado a trabajar para las administraciones y si no sabemos recibir lo que se nos envía que aprendamos o abandonemos las profesiones, mientras para ellos ni el tiempo les transcurre ni los plazos se cumplen. Algo que estamos viviendo torticeramente en un siglo XXI y pedimos a gritos a quienes pagamos, como servidores públicos con nuestros impuestos, al menos, que nos atiendan y se responsabilicen de su trabajo.