El blog de José Blas Fernández

Un laboralista del siglo XXI

SER  COFRADE,  TRAS LA PASCUA DE  RESURRECCIÓN, CONLLEVA COMPROMISOS.

         Pertenecer a una Cofradía o Hermandad conlleva unos compromisos que deben ser de tal envergadura  que no cabe duda  de que  se ganan  bien con el tiempo o bien por vocación y convencimiento de donde  uno está. En un siglo XXI entregarse de lleno  para cumplir con un precepto al que  uno acude voluntariamente,  es algo que te debe marcar para siempre y que  te hace  pasar por el calvario de la vida, pero confiando siempre en que cumples con tu deber de cristiano y que dejas huella para todos los que te conocen y te han visto crecer  en esos valores  que tú atesoras, lo que hace que ser cofrade o hermano  no es un acto efímero.

         Hoy, pertenecer a una cofradía o hermandad es dar ejemplo claro de lo que es ser un buen  cofrade, cosa que no  existe por desgracia para muchos, porque  cumplir los estatutos de una hermandad  y ejemplarizar con ellos a quienes te rodean no es tarea fácil, por lo que  ese culto externo que le damos a nuestras sagradas imágenes, principalmente en la Semana Santa, donde  nos ponemos la medalla, la túnica y hasta lloramos cuando el mal tiempo nos obliga a quedar en casa, debe ser una consigna permanente para vivir y cumplir como cristiano, con el corazón abierto y con la humildad de servir a los demás, porque cargar un “paso” o un “trono”, saber mecerlo y  recibir aplausos en la calle de la manera que en los hombros de los cargadores se lleva no es ningún acto circense,  ni ningún espectáculo que por ser aplaudido te conviertas en ser mejor. Ser cristiano y palpar  a tu cofradía supone obligaciones y valores tan  llenos de eficacia que desde que uno es bautizado hasta llevar  un ejemplo de vida es lo que realmente te hace vivir  lo que uno quiere y lo que  nuestros Titulares piden de nosotros.

         En las hermandades  hay que dar ejemplo permanentemente de las bienaventuranzas  que  es lo que abre “el sermón de la montaña” y contiene  la “carta de identidad” del cristiano. Cuando Jesucristo  dice  que hay que ser pobre, ser manso y ser misericordioso es algo tan importante que  sólo revela de por sí el camino a la felicidad. En las cofradías existen verdaderas obras de caridad con las personas vulnerables, pero no puede quedar en unos simples alimentos o bolsas de caridad la misión a seguir, si no tienen el amor al prójimo y saber compartir su dolor, porque hay que saber dar  un paso adelante y no un paso atrás y es necesario despertar a las personas que necesitan de ti, ayudarles  en el dolor de sus vidas,  porque desgraciadamente existe  mucha hambre y sed de justicia. El hambre por un lado es una necesidad primaria, pues se trata de la supervivencia y es una necesidad vital y cotidiana  como es la alimentación, pero el hambre  y la sed de justicia de la que nos habla el Señor es aún más profunda que la legítima necesidad de justicia humana que todo hombre lleva en su corazón, pues incluso hasta las personas  más corruptas y alejadas del bien necesitan el consuelo  y la ayuda de ese cofrade que sabe acercarse con ojos misericordiosos para que nuestro hermano sepa liberar el corazón de sus engaños para que no generen nuevas faltas.

         Hoy,  ser cofrade  no puede quedar  en saber  quién estrena mejores túnicas e insignias de la hermandad, porque ese  no es el fin de la cofradía. Ser cofrade es vivir un año grande, pero nunca participando con la boca chica de lo que somos, porque ese fariseísmo  que muchos mantienen  solamente sirve para la crítica, la destrucción   y el no vivir para el prójimo que es por quien se está en una cofradía. Pensemos que una cofradía es  el anexo de  dispensarios, terminales de sida, asilos, centros de discapacitados, hospitales, ayudas sanitaria  y compartir tanta labor de los misioneros y no olvidar que ni Caritas  y Manos Unidas están ahí para que le echemos  una moneda  en el cepillo. Ser cofrade es compartir más de 400 centros de reeducación para marginados sociales, exprostitutas, expresidiarios y extoxicómanos  que junto con 950 orfanatos que hay en toda España y que albergan a más de 20.000 niños abandonados es la verdadera ofrenda y amor al prójimo que debemos tener. Por ello, hay que ser cristiano con la boca grande, sin miedo, asomándose a la ventana y diciendo a todo el mundo  el compromiso de cofrade que uno tiene y  pertenezcamos a cualquier corporación  como cofrade y hermano, así como entregándonos a nuestra labor vocacional es lo que debe imperar.

         En definitiva,   ser un hermano de cualquier cofradía o hermandad nunca se puede sostener con la  boca pequeña.