Hoy, el trabajar por cuenta ajena es tan difícil que cuando lo encuentras te sometes a tantas vicisitudes que siempre acabarás descontento del lugar que te han escogido, por lo que muchos piensan que salvo en la Administración, las profesiones liberales son aquellas que dentro de esa “libertad” de actuaciones, hacemos lo que queremos, nadie nos gobierna y no estamos sometidos a ninguna disciplina ni interior ni exterior. Pero cuán lejos de la verdad es hoy pertenecer a una profesión liberal. Estamos supeditados al “capricho” de los clientes y a ese horario que ni las funerarias hoy lo poseen. Es más, nuestro Código Civil o de Comercio no define a la profesión liberal, pero sin embargo la Real Academia de la Lengua la determina como el ejercicio del intelecto y que se requiere para ello la habilitación a través de un título académico. Es decir, nos encontramos cuando alguien relacionan a los empresarios, comerciantes o individuos como esos que denominan “y demás servicios”, pero olvidan que el profesional liberal es el que tiene un empleo directo y fijo donde es casi familiar y donde es tal la acumulación del reciclaje que debe tener que no está pagado con nada.
Yo, en 1969 pensé que ser profesional liberal era algo como ser independiente, no tener disciplina en el trabajo o como vulgarmente se dice “hacer lo que yo quiero”. Pero no, tras 44 años de ese ejercicio liberal no he podido ni ponerme enfermo. En mi vida he descontado una prestación por alguna causa a ese Régimen que disfrutamos que se llama el RETA, es decir, un régimen de la Seguridad Social que como no pagues puntualmente no te beneficiaras en la vida de ningún tipo de pensión o prestación económica. Pero es más, pensé que mi horario sería a mi acomodo; todo lo contrario, estoy al acomodo de los clientes, para cuando quieran llamarme, para cuando se les antoje hacerme una consulta o para reñirme si es que algún documento o resolución de la administración no les convence. Es decir, cuántas veces he oído “pues esto yo no lo pago”, “¿esta gente se cree que yo fabrico billetes?”, “en mi casa mando yo y no entra ningún inspector”, “pues si el Juez me condena, le entrego las llaves del negocio y que él lo gestione”. Un largo etcétera que podría escribir varios libros de frases parecidas, de insultos anónimos a quienes no hacen lo que ellos quieren y lo que es peor, tener que reír las gracias a tantos cantamañanas que nos encontramos los profesionales liberales.
No estamos considerados como actos de comercio o actividades mercantiles, siempre y cuando ejerzamos nuestra profesión forma individual, pero sin embargo, nos convertimos en empresarios desde el mismo momento que tengamos una sola persona a nuestro cargo y, por ello, todo el peso de la ley nos cae como gente a la que hay que perseguir, pues el concepto de quien no nos conoce es que no pasamos minutas, cobramos en dinero “B”, hacemos trampas con los impuestos, etc. Es decir, que el dinero se nos cuela sin saberlo y lo que es más, vivimos como dioses porque nadie nos controla. Pues no, estamos permanentemente pisoteados por las administraciones, nos encontramos entre el administrado y la administración, nos pagan tarde y mal. Un simple error hace que pierdas un cliente, y lo que es peor, entras en la dinámica de la competencia desleal y economía sumergida (“sálvese quien pueda”) y permanentemente afrontando la crisis de los demás, pues siempre tenemos que estar en el pellejo del cliente para todo lo malo que posee, hasta para no cobrarle, pero en lo bueno, no tenemos derecho a nada. Es más, el “matrimonio cliente-profesional” es el que más divorcios tiene, pues con que otro profesional te critique e intente para sí captar ese cliente que tú posees nos convertimos en un baratillo de mercadillo que es lo peor. Somos los que más desprotegidos estamos y los que más destrucción tenemos, porque nuestro trabajo no suele valorarse como algo que hacemos con esfuerzo y con honestidad. Hoy, cualquier emprendedor piensa en las subvenciones o ayudas que pueda tener de una administración, por muy lejana que sea ésta, pero los profesionales liberales nada más que nos ayude Dios para que no podamos ponernos enfermos, por lo que en ese gremio de médicos, graduados sociales, abogados, ingenieros, economistas, periodistas, etc., que están prestando servicios como profesión liberal sólo nos queda el cumplir con nuestra obligación y que quienes confían en ti sepan que actúas con total conocimiento de lo que haces, pues la profesión liberal es la que tiene que tener un reciclaje y formación permanente como no hay precedente, es decir, muy lejano y con mucha distancia del que trabaje por cuenta ajena.
Ahora entiendo por qué todo el mundo quiere entrar en la administración, tener un puesto fijo, disfrutar de vacaciones y permisos retribuidos y ascender con más salario en función de las circunstancias y cuando te pongas enfermo no pasa nada porque otro ocupará tu lugar y si alguien se inquieta que espere, pues eso es lo que hay.