El pasado día 14 del cte. mes hubo un tímido recuerdo para la Segunda República Española, donde el Gobierno de la misma terminó en el exilio y donde once de sus trece miembros no volvieron nunca más a España. La República fue para el recuerdo y a mi entender nefasta y propiciadora de una convulsión entre españoles que nunca debemos olvidar por sus graves consecuencias, pues expulsó al Rey Alfonso XIII, el cual murió en el exilio y donde propicio 40 años de una Dictadura a la que tampoco debemos volver, porque las libertades y los Derechos de los españoles también fueron postergados. Sin embargo, como aquella República no la conocí y solo puedo irme a ella por los recuerdos de mis antepasados, los desastres callejeros y el enfrentamiento entre españoles que lo cuentan los historiadores, sí quiero recordar a nuestra Monarquía y, en especial, al actual Rey de España, D. Felipe VI de Borbón y quiero recordarlo porque tuve el honor de presenciar, por mi condición de Parlamentario, un acontecimiento histórico, como fue su proclamación como Rey de España, la cual se llevó a cabo el jueves 19 de Junio de 2014, en una sesión solemne reunidas las Cortes Generales en el Palacio del Congreso de los Diputados para tal evento. Recuerdo con cariño a un Rey maduro, formado y que era conocedor de su proclamación y del mensaje que recibía por mandato de la soberanía popular que reside en el Parlamento. Fue un acto emocionante y lleno de gratitud por el actual Rey que iniciaba un nuevo reinado y que era recordado porque en casi los 40 años que su predecesor y padre, D. Juan Carlos I, había dejado un reinado para quien le seguía firme y al servicio de España, por lo que las Cortes Generales apostaban en este nuevo Rey junto con la Reina Dña. Leticia, por un brillante periodo de progreso y estabilidad y donde los allí presentes le manifestamos la lealtad y firme voluntad de apoyo a un fructífero reinado que comenzaba dicho día.
Para algunos que hoy cuestionan la monarquía como si la República fuese la panacea de la democracia, no pueden olvidar que nuestra Constitución está por encima de todos y que a ella está sometido el Rey y, por supuesto, la Corona. D. Felipe, profundamente emocionado asumió esta responsabilidad consciente de que era la mayor esperanza en el futuro de España, pues se encontraba ante una nación forjada a lo largo de siglos de historia por el trabajo compartido de millones de españoles y ante los allí presentes rindió un homenaje de gratitud hacia su padre, el Rey D. Juan Carlos I, un reinado que forma parte ya de nuestra historia con un legado político extraordinario y recordó aquél día que su padre manifestó públicamente que quería ser Rey de todos los españoles y aunque a algunos no les guste así ha sido, por lo que a D. Juan Carlos también quiero agradecerle que supo abrir el camino a la democracia, al entendimiento entre los españoles y a su convivencia de libertad, sin olvidar a su madre, la Reina Dña. Sofía, la cual estaba presente en la Tribuna de Honor y que había dedicado una vida de trabajo impecable al servicio de los españoles y, por tanto, con una alta dignidad y sentido de la responsabilidad, haciendo hincapié aquí a aquél 23-F donde si D. Juan Carlos no toma las riendas de su Jefatura, hoy no sabemos cómo estaría España.
D. Felipe es un Rey que con dificultades ha accedido a la primera Magistratura del Estado de acuerdo con una Constitución que fue refrendada por una gran mayoría de los españoles y, por tanto, es un Rey que se atiene al ejercicio de las funciones que constitucionalmente le han sido encomendadas y, por ello, es símbolo de la unidad y permanencia del Estado, el cual también respeta el principio de separación de poderes, colabora con el Gobierno de la Nación, pues es conocedor que a este le corresponde la dirección política nacional y respeta en todo momento y así lo dijo, la independencia del Poder Judicial, aunque algunos quieran cortarle las alas.
La independencia de la Corona, su neutralidad política y su vocación integradora ante las diferentes opciones ideológicas le permiten contribuir a la estabilidad de nuestro sistema político, facilitando el equilibrio con los demás órganos constitucionales y, por tanto, todos los valores necesarios para la convivencia y el desarrollo de la sociedad civil.
Estuve presente y nunca olvidaré sus palabras que antes he descrito, pues indicó que si tuviéramos que mirar hacia el pasado se hiciera sin nostalgia, pero con gran respeto hacia nuestra historia. Esas palabras son dignas de elogio y le han dado fuerza y solidez al papel de Su Majestad el Rey D. Felipe, pues su promesa de cercanía y solidaridad a todos los españoles en este corto periodo de tiempo de casi 7 años, lo ha llevado a cabo y siempre ha mirado hacia delante, mirando hacia un futuro renovador y que todos queremos tener. Por ello, en ese marco de esperanza y donde somos conscientes de que estamos asistiendo a profundas transformaciones, sin un Rey como D. Felipe, España no sería la que ha progresado de forma constante, tanto ante Europa como ante el resto del mundo. Han sido desde 1978 años de progreso, de cambios y donde nuestra España también miró a nuestros hermanos iberoamericanos porque son parte de nosotros. Por tanto, si analizamos la monarquía de estos años con el progreso y la democracia, así como con el esfuerzo diario, los españoles tenemos que sentirnos orgullosos de tener a un Rey y a una Constitución que lo protege, lo contrario es no ser agradecido y mirar solo los defectos habidos, pero en los poquitos años de aquella República no podemos más que tener malos recuerdos, mala gestión y miles de calamidades. Le guste o no le guste a quienes en estos días han querido celebrar, sin eco, algo que la mayoría no quiere.