Existe hoy una frase repetitiva de que “se han perdido los valores y a dónde vamos a llegar”. Ello es totalmente cierto, porque día a día la pérdida de valores es patente, ya que los conflictos familiares, la situación económica, la desobediencia, los divorcios, la drogadicción entre otros, están dejando vacíos muchos de los valores que las generaciones que nos han precedido nos fueron inculcando. Nuestra sociedad anda convulsa, tal vez la creencia en unos derechos que en muchos casos no se cumplen nos han hecho pensar que de la manera en la que caminamos no llegaremos a ningún sitio, porque en la actualidad y ante la situación socio-económica y política que existe, cada vez se tiene menos honestidad, falta de respecto, no se es tolerante y la empatía ha desaparecido. Por supuesto que los valores, a mi criterio, no están en crisis, lo que está en crisis es la capacidad nuestra para que sean el motor de la vida y se cultiven día a día, porque si es verdad que estamos en tiempos de cambios, tenemos que guardar y conservar lo que nos fortifica como valores y no perderlos porque entonces generaremos conductas nocivas y tóxicas.
Muchos culpan al origen de la niñez y dónde en muchos matrimonios separados o divorciados destrozan esa etapa infantil y los hijos como auténticos secantes se prestan a la rebeldía, a las malas amistades, a la envidia y prepotencia, por lo que donde existen parejas estructuradas los valores se van guiando como el palito que endereza el árbol y entonces la familia es el pilar de la humanidad, por lo que educar en valores es difícil pero con tenacidad y constancia todo termina felizmente. Nada es fácil, pero con unidad y respeto la familia es el valor más preciado de la sociedad.
Para tener valores que nos hagan persistir en nuestras creencias hace falta que las administraciones inculquen aquellos que sean necesarios para seguir la vida, pero si se potencia los valores de la ética y aquellos que contemplen confianza y espíritu de equipo, serán cruciales para vivir la vida con ilusión y basada en el funcionamiento de esos valores que todos tenemos que tener. Vivimos en una sociedad donde una comunidad de propietarios, por muy simple que sea, muchos ni se saludan en el ascensor, otros no practican con el vecino la tolerancia y la empatía, incluso se molestan unos a otros intencionadamente y lógicamente en muchos casos hasta se pierde la educación, los buenos modales y hay expresiones llenas de insultos que alejan todavía más a quienes tenemos que dar ejemplo de convivencia, porque viendo la cantidad de personas deshonestas que mienten, que tienen adicciones y para colmo coaccionan con amenazas nos damos cuenta que los valores que pudieron ser buenos se han convertido en perjudiciales y la vida sin valores y sin armonía no puede tener actitudes positivas.
Hoy estamos lejos de una formación contundente que nos haga respetar y respetemos, porque “el todo vale” se ha apropiado de esta sociedad sin pilares, donde hasta la educación vial ha tomado cotas inesperadas y no olvidemos la relación de hijos con padres y lo que es peor con abuelos que prescinden de su calor y de sus buenos consejos ignorándolos y orillándolos para anularlos, olvidando que el lugar de los abuelos es infranqueable. Si tocamos la convivencia en el trabajo, cada vez está más adulterada la ética y el respeto, pues se vulneran muchas normas de convivencia, inclusive entre profesionales de prestigio donde compañeros y compañeras de profesiones olvidan los valores que se les inculcaron en sus estudios y arrasan inmoralmente con pisoteo incluido el prestigio de las personas.
En resumen, apostemos por valores, eduquemos con valores y vivamos con valores, porque tal y como vamos posiblemente nos vuelvan como un calcetín y ya no sepamos en qué lugar nos encontramos.