El blog de José Blas Fernández

Un laboralista del siglo XXI

28 de febrero: Día de Andalucía

Preguntaba esta mañana a unos amigos andaluces si verdaderamente significaba para ellos mucho el “Día de Andalucía”. Es más, les pregunté si lo celebrarían como era el mandato de nuestro Estatuto, o de lo contrario, era un día de tantos de los que teníamos que vivir. Desgraciadamente las respuestas fueron curiosas, mientras que para la mayoría significaba no ir a trabajar, pero con la “desgracia” de que caía en sábado y que “para ese viaje no les hacía falta alforjas”, otros me preguntaban si por coincidir en sábado la fiesta la trasladarían al lunes, pero que no era más que el último día de “febrerillo el loco” y lo único bueno que tenía era que cobrarían tras un largo mes, donde para muchos el Carnaval les había tocado el bolsillo, pero que ni celebraban nada ni significaba más que un día de tantos.

Efectivamente. Este es el día que muchos andaluces utilizarán su jornada para hacer lo mismo de siempre y quienes creen en aquél 28 de febrero, donde nuestra Comunidad Autónoma eligió ser libre, celebraremos con algún recuerdo especial lo que eso significa. Creo que no hay conciencia clara de esta fiesta autonómica y considero que pese a la madurez de muchos andaluces, el Día de Andalucía no es más que eso: un día festivo.

Yo acudiré a celebrarlo, pero no porque me lo imponga mi cargo público, es porque con mi asistencia a los actos que se celebren contagiaré a algunos de que los andaluces nos hemos levantado para ser mejores cada día, pero la rémora del paro, la economía, el endeudamiento y el fracaso escolar que nos invade, sin olvidar las malísimas prestaciones que recibimos de la Junta de Andalucía, incluidas las de la asistencia sanitaria, la tenemos que dejar a un lado para recordar que los andaluces somos algo más de lo que algunos creen, por lo que las ocho provincias que componen nuestro territorio tenemos que unirnos para decir “basta ya”, pues teniendo una población casi igual que Portugal, no podemos dejarnos llevar por la corriente y morir en el intento. Espero que el difunto Blas Infante sea recordado por lo que fue, pero creo que para muchos y, en especial, para un determinado partido político casi en extinción, todo quedará en el envío de un ramo de flores a su estatua, cuya plaza lleva su nombre, pero otros hasta lo confundirán conmigo, pues curiosamente no es la primera vez que recibo cartas cuyo destinatario es “José Blas Infante”. ¡Vivir para ver!