El blog de José Blas Fernández

Un laboralista del siglo XXI

El paro puede disminuir si existiesen menos rigideces en la contratación laboral

El haber superado los tres millones de parados en Diciembre de 2008, hace necesario un estudio jurídico y sociolaboral de nuevas medidas para flexibilizar la contratación de trabajadores en tiempos de crisis y recesión como viene ocurriendo. Estamos ante 114 parados a la hora, es decir, casi 2.700 diarios, lo que desgraciadamente desde 1960 no se conocen estadísticas tan demoledoras como éstas. Pero es más, para marzo próximo, millón y medio de parados saltarán de percibir una prestación económica a no poseer nada, pues aún cuando algunos pueden percibir el subsidio siguiente a la prestación por desempleo, pero por importe de 395,00.- € al mes, que se corresponde con el 75% del IPREM, la mitad de este millón y medio está abocado a sobrevivir sin ingresos desde ese mes de marzo.

Hasta hoy, el mercado de trabajo ha sido y es rígido, pues al existir un pleno empleo, tanto patronal como sindicatos no se han planteado ninguna reforma que flexibilice la contratación, pues ya de flexibilizar el despido ni hablamos, ya que ante tanta depresión en las relaciones laborales, las empresas han optado por los ERES, despidos directos y negociados y muchas indemnizaciones que tendrán que ser pagadas por el FOGASA. El INEM será la mayor “empresa” que existirá en nuestro país, ya que a ella se van a acoger todos los trabajadores que tras la pérdida involuntaria del puesto de trabajo, y no estar ocupados, percibirán si es que tiene derecho la prestación correspondiente. No cabe duda que, ante este panorama tan sangrante en cuanto al empleo, nos encontramos con empresas que están sosteniendo sus plantillas con miles de sacrificios, otras que mantienen un porcentaje de éstas a costa de familiares y autónomos que carecen de salarios cualificados y otras tantas que pueden iniciar su andadura, pero ante los nuevos convenios colectivos, el pago de seguridad social y las rigideces en la contratación se les hace imposible y caen, desgraciadamente, en una economía sumergida para subsistir y, por qué no, con trabajadores que perciben prestación por desempleo con el riesgo que eso conlleva, pero que no tienen otra alternativa.

Por todo, estamos ante la necesidad de una reforma laboral que hay que hacer de manera urgente, sin prisas, pero sin pausas, ya nos vemos abocados a hacernos un nuevo traje con una normativa más moderna y funcional, por lo que urge mantener una reunión para no asistir, como estamos haciéndolo, a una paralización de las organizaciones patronales y sindicales que de forma expectante, están observando cómo se destruye el mercado de trabajo, no sin olvidar la grave repercusión que esta crisis esta provocando en el sistema público de pensiones y en la trayectoria de la afiliación a la Seguridad Social, los cuales están de forma imparable cayendo vertiginosamente y con una inmigración que vuelve a su país de origen por no encontrar empleo, cuando ésto fue tabla de salvación para la Seguridad Social.

En el año 1984, el Gobierno de entonces y en una crisis menos profunda que ésta, incentivó la contratación laboral; incluso decretó normativa que hacían para el nuevo contrato de trabajadores en paro un acicate que paulatinamente se iba renovando hasta un tope máximo para así no crear una vinculación indefinida que es lo que preocupa a los empleadores. Tenemos el ejemplo del Real Decreto 1989/84, donde se contrataban a trabajadores del desempleo de forma temporal por seis meses renovables hasta un máximo de tres años, tiempo que los empleadores, conocedores de estas relaciones laborales, procedían a mantener parte de las plantillas con este tipo de contrato, pero que a la larga crearon empleo. Por cierto, muchos de esos trabajadores contratados temporalmente se encuentran hoy fijos en muchas empresas. Otra opción, sería crear para jóvenes de 16 a 18 años, un contrato de aprendizaje sin muchos requisitos más allá que el de aprender e introducirse en un mercado de trabajo, que les hará a posteriori miembros de las plantillas de las empresas. Es decir, hoy en plena crisis, no puede existir un contrato maniatado por una indemnización, pues precisamente la crisis es la que debe abrir unas relaciones laborales más flexibles hasta tanto ésta pase y estemos de nuevo en un pleno empleo.

Por todo ello, como conocedor de un mercado laboral que va en detrimento y al tener que aplicar la normativa existente, comprueba el rechazo de muchos empleadores a contratar a personas de manera indefinida, pues no saben si a la vuelta de la esquina tendrán que prescindir de éstos con el coste adicional de posibles salarios de trámite e indemnizaciones. Ante ello, el Ministerio de Trabajo debe tomar decisiones firmes y valientes y llevar a cabo una reforma laboral seria y actualizada a los tiempos que se viven, sin rigideces y con mecanismos fáciles para la contratación, pues estamos en plena recesión y ante ella hay que aliviar el empleo de tantos desempleados sin tanta “diarrea” legislativa para ver en menos de un año cómo el mercado laboral cambia su hoy desgraciada tendencia a la pérdida del empleo.