El blog de José Blas Fernández

Un laboralista del siglo XXI

Medalla del Trimilenario para el Bar Andalucía

Hoy, en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Cádiz y siguiendo el mandato del acuerdo plenario sobre distinciones y entrega de medallas a distintos estamentos gaditanos, corporaciones o comercios, se ha entregado una especial distinción, como es “LA MEDALLA DEL TRIMILENARIO” al BAR ANDALUCIA. No quiero desmerecer las restantes distinciones que se han otorgado, pero ésta ha traído para mí muchos recuerdos, no sólo de mi infancia, sino de mi adolescencia y juventud, pues en dicha cafetería se fraguaron muchos pensamientos, proyectos e ideas que luego muchos de ellos se hicieron realidad.

La cercanía de esta cafetería con el número 5 de la calle Doctor Dacarrete que fue donde yo nací, hicieron que en mi retina se quedaran impresas muchas “fotos” de eventos de mi vida y de mi familia, pues recuerdo cómo el propietario fundador de dicha cafetería, Raimundo Rodríguez Martín, para muchos D. Raimundo, tuvo cuatro hijos que crecieron a la vez mía y precisamente el mayor, también Raimundo o “Mundi” para los amigos, estudiamos juntos en el Colegio de San Felipe Neri. “Mundi” tuvo una muerte desafortunada al igual que su hermano José Luis tan trabajador y siempre en la caja del bar junto a Ernesto, ya que su hermana Manoli, por ser mujer y de aquellos tiempos, nunca pisó la barra del bar porque no estaba eso bien visto. Sin embargo hoy, Manoli desde Valencia habrá recordado los inicios de su padre y Ernesto el que regenta hoy dicho negocio familiar, ha estado emocionado no sólo recordando aquellos tiempos, sino a tantos camareros que pasaron durante su dilatada vida laboral por aquel centro de trabajo.

Recuerdo especial para Manolo el encargado y los camareros Juan, aquel hombre de pelo blanco y grueso que prestaba a los estudiantes pequeñas cantidades a cuenta, o Rafael Pastoril, camarero simpático y enjutado que contaba sus vivencias de aquellos años de la sala de fiestas “El Trocadero”, no sin antes acordarme de Pepe, el camarero, ese hombre cuyo hermano fue uno de los pioneros de las Mutualidades Laborales y que llevaba a gala ser el enlace sindical de los trabajadores. Era todo un ejemplo de caballerosidad, formalidad y buen hacer. Así, podría descifrar nombres y nombres que aguantaron nuestras tertulias después de comer. Recuerdo con cariño aquellos contertulios que nos reuníamos, como Frank, Valentín de la Varga, “el Sanga”, “el Mosquera”, Manolo Moreno, Pepe Vázquez, Rogelio “el sátiro”, Manolo y Santos Barrios, los de “Akron”, Eduardo el de “Duboys”, sin olvidar a Jaime Riera que fue el que hizo más fotografías de soldados y de reclutas que nunca entregaba porque todos se licenciaron antes de la recogida de éstas, así como tantos y tantos que con un café de cuatro pesetas, por estar sentados en la mesa, nos tirábamos las tardes enteras. ¿Cuántos proyectos hicimos?. Recuerdo que cuando Guinea Ecuatorial se hizo independiente y acabábamos de terminar algunos los estudios le escribimos una carta al Presidente Macias, para que nos colocara de lo que fuese. Cuál fue nuestra sorpresa ante la contestación de aquél dictador desconocido que nos dijo que ya nos avisaría. Aún hoy le estamos esperando.

Y cuántas veces desde aquella ventana de la Plaza de las Flores, donde los coches aparcaban alrededor de ella y donde una tómbola con discos de Gila nos amenizaba permanentemente, había en la misma un locutor al que aún hoy se dedica como buen trabajador a su negocio. Era para nosotros “Cachito”, pero su nombre de pila José Mª. Hoy es quien graba todos los plenos en el Ayuntamiento. ¡Qué tiempos aquellos!. Desde aquellas ventanas teníamos pegado a la fachada uno de tantos puestos de helados de los que entonces la empresa Frigo instalaba en la vía pública y la chica que los vendía, a la cual la llamábamos “la churrete”, mientras uno le comentaba los últimos acontecimientos de la vida, otro con arte de “mangante”, le quitaba los cucuruchos de chocolate. Era la picaresca y la poca edad, la que nos hacía pensar lo impensable; como aquella noche que estando sentados en la ventana parte de los contertulios, alguien aparcó su “seiscientos” muy cerca de nosotros con la coincidencia de que un empleado municipal regaba la plaza de las flores. Ni cortos ni perezosos le pedimos que nos lavara el coche con aquella manguera que te tiraba de espaldas y con la mala suerte para el conductor que aparcó su vehículo que dejó el cristal de la ventanilla bajado; menuda sorpresa se llevó aquel hombre cuando fue a coger su vehículo y el agua salía por debajo de las puertas. Aún recuerdo aquel duro enfrentamiento entre quien regaba y quien fue mojado. Así se fraguaron tantos y tantos recuerdos en esa cafetería. Es más, recuerdo que enfrente, por Columela, estaba ubicada la tienda de “Escobar” a quien llamábamos con calificativo cariñoso “los puñetitas” y recuerdo la puntual apertura de aquella tienda. Era tanto, que a las cuatro en punto de la tarde abrían las puertas del comercio y una rampa de madera se deslizaba entre escalones y todos a la vez le cantábamos el himno nacional: ¡era para vernos!!!

En definitiva, quiero agradecer al Bar Andalucía cuántas vivencias nos hizo pasar, cuántos carnavales vivimos, cuántas veces “la Cirila” nos bailaba y le dábamos la copita de manzanilla y cuántas Semanas Santas nos tragamos en aquellas sillas, sin dejar pasar cómo todos los artistas hoy llamados de la copla actuaban en el Teatro Andalucía y allí en el bar tomaban sus refrigerios en los descansos de las sesiones. Recuerdo especialmente a Marifé de Triana que siempre que la veíamos nos firmaba autógrafos, pues no era para menos.

Podría llevarme hablando días y días. Cuántas veces cambiábamos impresiones con Fernando Quiñónes y con tantos y tantos artistas que por allí pasaron, hasta incluso recuerdo alguno de aquél grupo denominado “GRAPO” que también fue asiduo contertulio de muchas efemérides. Es decir, todos los colores del arco político y tantas personas que ya no están entre nosotros.

FELICIDADES Ernesto porque has hecho recordar tantas cosas que han desaparecido, pero tú sigues ahí, poniendo paellas a los americanos y viendo generaciones tras generaciones que posiblemente no llegarán a tener en el recuerdo lo que yo hoy tengo del Bar Andalucía.